Aposematismo capitalista

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Podemos definir el aposematismo como “el postureo animal, una característica conductual de aparentar ser más fuertes, más rápidos o más vulnerables, de lo que realmente son, para conseguir una ventaja” o más formalmente, como aquel “rasgo evolutivo de la conducta animal de carácter protector que consiste en proporcionar una información falsa. Se adquieren actitudes, coloraciones y hasta formas de animales peligrosos o indefensos para provocar el rechazo y la renuncia del predador.”

El aposematismo del Capitalismo, lejos de buscar compararlo con cualquier ser vivo, dotado por lo tanto de vida, o alguna de las características de éstos, lo que nos trae, es la capacidad de adaptación de un sistema, fruto probablemente del afán de grandes empresas –y sus directivos– que controlan el capital, y han adquirido un grado tal de poder y control sobre las reglas de la economía, el comercio, las formas de relacionarnos, pensar, actuar… que con tal de aferrarse a una utópica salvación, pues creemos firmemente, como Taibo, Fernández Durán o González Reyes, que la muerte del capitalismo es inevitable, pues es imposible mantener las premisas básicas del capitalismo (crecimiento ilimitado y ganancias crecientes) por mucho más tiempo, y en un planeta, que sabemos que es finito (en superficie y recursos principalmente), y en el que se están empezando a manifestar graves problemas fruto de la práctica del capitalismo más salvaje y liberal:

  • Cambio climático.
  • Pérdida de biodiversidad.
  • Sequías.
  • Lluvias torrenciales, tifones y huracanes, desastres naturales…
  • Aumento de las temperaturas medias.
  • Pérdida de rendimiento en las cosechas y otras actividades profesionales.
  • Aumento de los gases de efecto invernadero.
  • Agotamiento de los combustibles fósiles y recursos no renovables.
  • Desertificación y pérdida de fertilidad del suelo.
  • Aumento de la pobreza y la desigualdad.
  • Deforestación (lo cual es un suicidio, que dificulta más todavía la lucha contra el cambio climático).
  • Etcétera.
Pinar

En este panorama, de previsible ida a peor, es en el que nos encontramos y a dichas empresas capitalistas, y neoliberales obcecados por aferrarse a la última tabla de salvación, como un capitalismo verde, no les queda otra que hacerse un lavado Green Washing para aparentar ser los más ecologistas, los que llevan más años advirtiendo que quemar combustibles fósiles es malo para la atmósfera y el cambio climático, y recurrir a ese aposematismo, que los hace parecer tiernos corderitos que invierten en molinos eólicos y placas solares (como se empeñan en sus campañas de publicidad Endesa, IberTrola, o Repsol), tratando de ocultar su cara B, que de sobra conocemos, y no hacen otra cosa que dejar de manifiesto un cinismo aberrante, que chirría, y solamente puede medio convencer, a aquellos que todavía abrazan viejas creencias como la de ¿qué puedo hacer yo? y/o se mantienen en la inacción frente al cambio climático y las aberraciones del sistema.

Como nos recuerdan Camargo y Martín-Sosa. La central térmica de carbón de As Pontes, en Galicia, propiedad de Endesa, emite 7,9 millones de toneladas de equivalentes de CO2 (2018). Fue la más contaminante de nuestro país ese año.

El cambio de las reglas del juego, con tratados de libre comercio y el establecimiento de organizaciones como el FMI, la OMC (Organización Mundial del Comercio), que pone las leyes a su antojo y beneplácito frente a los intereses de los mismísimos países, elegidos democráticamente por el pueblo; es una muestra más del poder y control que les hemos cedido, a unas empresas y un sistema imposible de complacer, pues no sabe poner límites ni a su crecimiento, ni al beneficio económico que pueda obtener. Este es el principal factor que ha hecho que el colapso del capitalismo global, sea inevitable. Y nos enfrente a una tesitura complicada lo que resta de siglo (por no hablar de la próxima centuria).

Los acuerdos comerciales de libre comercio se basan en la simple idea de que la desregulación de todas las actividades productivas y comerciales es la vía para aumentar los beneficios. Para eso se implementan una serie de medidas, la primera de las cuales es otorgarle a las empresas poderes mayores a los de los estados. Los mecanismos de resolución de conflictos a través de tribunales privados de arbitraje tienen esa intención. Si una empresa encuentra que la ley del país en el que quiere implantarse es demasiado estricta, puede apelar a estos tribunales privados para resolver este asunto y exigir la retirada de la ley en cuestión. Se trata de acuerdos que convierten en ley la entrega de los poderes democráticos a los intereses del capitalismo (Camargo y Martín-Sosa, 2019).

Ramón Fernández y Luis González nos advierten:

“No sólo faltan recursos, sino también diversidad de opciones que potencialmente puedan esquivar el colapso. En las sociedades dominadoras (y más en el capitalismo), el incremento de complejidad ha destruido las formas menos complejas, perdiéndose diversidad cultural y biológica.

No hay tiempo para una transición ordenada que pueda esquivar el colapso. Como vimos, solo el cambio en la matriz energética, conlleva décadas en un escenario de disponibilidad energética al alza y ni siquiera se dan las condiciones políticas ni culturales. Una vez asentado un modo de vida urbano, una economía mundializada, un consumo material en aumento y un tamaño poblacional alto, desengancharse del consumo energético que conllevan requiere un gran cambio civilizatorio.”

Coincidimos con los autores anteriores también, en que la conectividad jerarquizada (dependiente del petróleo) es un elemento intrínseco del capitalismo fosilista globalizado que lo hace más vulnerable, aunque no es la única causa de esta vulnerabilidad. Una segunda es la velocidad. En una sociedad capitalista, el beneficio a corto plazo, es lo primero. Y estos beneficios se evalúan en tiempos cada vez menores, lo que implica una capacidad de previsión y proyección futura también menor.

Otra muestra de aposematismo del sistema (seguro que olvido muchas más) seguramente sea esa promesa y la solicitud abierta y ciega que lanzan, de confianza en la ciencia para encontrar nuevas formas de extraer energías, o encontrar soluciones tecnológicas a los graves problemas medioambientales que está ocasionando esa propia tecnología, o mejor dicho, esa puesta en práctica del sistema capitalista en el que vivimos, y favorecida principalmente por el desarrollo de los motores de combustión, el transporte y el uso de las energías fósiles.

La solución, como venimos diciendo muchos autores y científicos, pasa por decrecer, y abandonar paulatinamente un modelo económico y social que nos está abocando al colapso y la destrucción. Hay dos opciones principales, o una transición ordenada, encabezada por una reducción, una desaceleración y una vuelta a la sencillez, entendida como forma de vivir. O un colapso abrupto, de sopetón (se me ocurre otra palabra, pero es demasiado violenta para utilizarla).

Para concluir, recurro de nuevo a las palabras de Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes:

En esta maraña interconectada, el colapso no tendrá una única causa, sino que se producirá por la incapacidad del sistema de solventar una multiplicación de desafíos en distintos planos en una situación de falta de resiliencia: colapsos de Estados, crisis monetarias y financieras, bloqueo de infraestructuras (caída de la red eléctrica, huelgas en el transporte), alzas en los precios de la energía y de determinados materiales, etc. El colapso se da en situaciones de altos niveles de estrés en distintos planos del sistema.

Y seguramente, ni el aposematismo, ni cualquier capacidad mimética de los mercados o el capitalismo, nos salve de la crisis, no una crisis más, sino La Crisis, la que comience con la caída y el colapso del imperio.

Referencias:

Araújo, J., Ecos… lógicos para entender la Ecología. Madrid, Maeva, 2000.

Camargo, J., y Martín-Sosa, S. Manual de lucha contra el cambio climático. Libros en Acción, Madrid, 2019.

Fernández Durán, R., y González Reyes, L. En la espiral de la energía (Vol II) Colapso del capitalismo global y civilizatorio. Madrid, libros en Acción y Baladre, 2018.

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