Obesidad, capitalismo y Decrecimiento. Tres conceptos o términos que difícilmente habrían compartido título o tema para un artículo, pero aquí están. ¿Por qué?
Comencemos por el primer concepto. La obesidad es una enfermedad inflamatoria, de etiología multifactorial, que se caracteriza por una acumulación de tejido adiposo (o grasa) en el cuerpo, que complica la salud de las personas que la padecen. Tradicionalmente se ha estudiado la obesidad como un desequilibrio entre las calorías consumidas y las gastadas por el organismo; pero desde hace ya unos cuantos lustros, sabemos que la complejidad de esta enfermedad va mucho más allá de semejantes reduccionismos, que quedan a la altura de coloquio de bar entre cuñados empinando una caña.
El ambiente obesogénico (que propicia esta enfermedad), la genética, los hábitos, las relaciones sociales, la publicidad y el marketing, y un larguísimo etc, influyen en el desarrollo de la obesidad. Hoy vamos a hablar de uno de esos factores escondidos, huidizos; que muchas veces escapan al análisis, porque en el camino de la evolución y fraccionamiento de las ciencias, el estudio de los sistemas de organización político y social, dejó de hablarse con las Ciencias de la Salud. Pero lo recuperamos en este curioso post. El Capitalismo está detrás de muchos casos de obesidad en nuestro entorno. Veamos por qué.
El Capitalismo es una forma de organización política y social, económica también, por supuesto; que se caracteriza por desear acumular cada vez mas capital. Tradicionalmente las mercancías y las cosas, tenían un valor de uso, tenían valor en cuanto a que nos facilitaban realizar determinadas tareas, o cubrían nuestros requerimientos. Con el capitalismo, y el cambio del mercado tradicional, al libre mercado y al liberalismo, este valor de uso ha quedado obsoleto para corromperse por el valor de cambio: el valor que una mercancía me puede proporcionar al venderlo y con el cual puedo comprar otra mercancía para volver a obtener un beneficio. Esta es una de las características principales que posee este sistema político y de organización, que como podréis comprobar, guarda un estrecho paralelismo con la obesidad y el sobrepeso. El ansia de crecimiento y la acumulación de capital tienen un común denominador. Así como también guardan una estrecha relación con los múltiples problemas socioecológicos que se han propiciado derivados de la práctica del capitalismo durante tantos siglos. En los que un consumismo desbocado ha trastocado nuestros mecanismos fisiológicos de hambre y saciedad, por recurrir de nuevo a una metáfora muy necesaria y que necesitamos urgentemente. La moderación y la autocontención. La sensatez y la prudencia.
Si el capitalista desea obtener (patológicamente) más beneficio económico. A toda costa, y a cualquier coste. Aunque degrademos el último rincón habitable de la Tierra -y el único que conocemos a esta orilla de la Vía Láctea-, aunque hipotequemos la salud y el derecho a la vida de nuestros vecinos del Sur, o de las generaciones que están por llegar… En la obesidad nuestro organismo tiende a almacenar la energía en forma de grasa, una energía imprescindible para la vida, pero que en demasía se torna perjudicial para nuestra salud hasta el punto de provocar problemas respiratorios, articulares, infartos y enfermedad cardiovascular…
Este es el punto en común de la obesidad y el capitalismo, ambos en su afán por acumular (ya sea energía o capital) nos conducen a un colapso. La obesidad termina en problemas de salud, y el capitalismo hace su última parada en el colapso ecosocial, al que desde hace unos años hemos tenido la oportunidad de asistir. Me extiendo un poco más en este argumento en El colapso de la salud.
El Decrecimiento viene ineludiblemente si queremos solucionar las múltiples crisis (ecológicas, sociales, políticas, migratorias, de recursos…) a las que ya nos vemos obligados a enfrentarnos. El Decrecimiento propone construir otras formas de vida basándose en las relaciones sociales, la cercanía, la austeridad, la vida en común y la ralentización del tiempo. Elementos que lejos de ser limitantes son los que enriquecen la vida y la llenan de alegría. La propuesta del decrecimiento, como apunta Yayo Herrero, es la de desaprender, cambiar la mirada sobre la realidad y desprenderse de nuestro modo de vida insostenible. El Decrecimiento no es un objetivo en sí mismo, sino un medio para alcanzar parámetros de verdadera sostenibilidad.
Para concluir, unas palabras decrecentistas, con las que justificaba la necesidad de decrecer en muchos aspectos, pero especialmente, y volviendo a recuperar las alusiones a los acuciantes problemas de obesidad que sufre nuestra sociedad, necesitamos decrecer en consumismo, en comida basura, en marketing insano.
Si queremos recuperar parte de la salud que conquistó la humanidad de finales del siglo XX, tenemos que controlar la publicidad; recuperar el poder que recae en las multinacionales de ultraprocesados (que sabemos que tienen una influencia muy negativa en la salud), e implementar inmediatamente políticas y estrategias que empiecen a proteger la salud de la población en vez de los beneficios económicos de unos pocos.
Debemos también evitar que siga proliferando la cultura del exceso por doquier. Y ya no hablamos de energía, sino de alimentación. Este decrecimiento de alimentación insana debe ocurrir en dos aspectos: por un lado cuantitativo (reducir las raciones de alimentos, especialmente los más calóricos e insanos) y por otro lado –y yo diría que más importante–, cualitativo (reducir los ultraprocesados y la comida insana, incluso si puede ser: eliminarlos). Especialmente, en los países con peores hábitos alimentarios, como en nuestro entorno.
Sabemos que es más efectivo enfocar nuestros esfuerzos en realizar cambios alimentarios dirigidos a reducir la ingesta de productos insanos que a aumentar el consumo de alimentos saludables. Y la industria alimentaria también lo sabe, por eso insisten una y otra vez en que: ¡hay que comer de todo! Pues no señores, ¡NO HAY QUE COMER DE TODO! Al menos si queremos seguir manteniendo nuestra salud y la de nuestro querido planeta.
Necesitamos decrecer, consensuada y ordenadamente. Organizarnos, para que podamos vivir todos y todas, de la mejor manera posible en un futuro que se nos antoja ya, muy cercano.
Referencias Bibliográficas
Luis Aguilar «El colapso de la salud«, Albacete, Colección LAS Salud, 2023.
Julia Weingärtner y Marta Monasterio Martín, Ecologistas en Acción Madrid. «Poner la vida en el centro: respuestas del ecofeminismo y el decrecimiento a la UE.» Cuadernos 17: Contra la Europa depredadora de los recursos y las personas. 2010, pp 59-67.