Buenas tardes-noches,
como jóvenes
reivindicamos un hueco
entre los resquicios
de aire
que nos dejaron
para respirar
de la palabra felicidad.
Lo reivindicamos con las herramientas
que tenemos: pintura, papel y boli
grafitti, un micro, una cámara
y nuestras cuerdas vocales,
al resto de vocales inconformistas
que componen el abecedario
de un lenguaje a veces
poco inclusivo
y que nos negamos taxativamente
a obedecer, al menos, sin rechistar.
Reivindicamos que nos dejen jugar
también, y divertirnos
que aunque adolescentes
seguimos siendo niños.
Jugar, y si puede ser trabajar
que no está reñido
y la felicidad encuentra en el oficio
la oficial definición de sacrificio.
Sin fuegos de artificio, simplemente
digo que el trabajo dignifica
y que los jóvenes
reivindicamos también un trabajo
digno.
Ya sé que en medio del caos
neoliberal en el que nadamos
es complicado, y tenemos
una deuda primero para con
los mercados.
Pero nos da igual, nos la suda
tenemos derecho, y lo reivindicamos
a trabajar y ser felices
a la vivienda, y a poco más
con eso nos conformamos.
Somos conformistas.
¿Ninis? No
conformistas.
Algunos ninis se formaron por
exceso de realismo y
les invadió una tristeza existencial
incompatible con nuestra reivindicación:
así no se puede trabajar, ni ser feliz.
Reivindicamos también
si queda presupuesto
un par de trajes de superhéroe
un Batmóvil que se llame
“La Barraca”
y marionetas y títeres
con inmunidad diplomática
por escrito
que ya no nos fiamos
de esa panda de cínicos
de las cajas B
de los -y tú más-
de los paraísos con ranas
de ocasos aislados.
Es fácil
la pregunta es:
¿por qué con la cantidad
de recursos y la facilidad
de acceso a la información
y a la cultura de hoy en día,
tenemos el nivel
cultural y la desidia actual?
La respuesta no es tan sencilla
pero si se nos permite una última
exigencia
nos gustaría también
que ya no sólo por nosotros
sino por los que vienen
nos acordemos y cuidemos
de nuestro hogar
que aunque se llame
planeta Tierra,
estamos dejando sin agua.