El final de las lluvias
trajo versos a uno de esos
bares de culto de la ciudad
frecuentado –regentado–
por poetas cultos
y pulcros defensores, de la belleza.
Hasta que comenzaron
–con buena intención–
pero se produjeron
las hostilidades:
dos cuartillas y un solo boli,
que bailó con ellos a saltos
de rock, rap y punk
escuchando la poesía
al filo de la navaja
del día de la región.