Genética, ejercicio y salud

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¿Qué papel juegan nuestros genes en la prevención de enfermedades según nuestro nivel de actividad física?

Para responder a esa pregunta en los últimos años se han analizado miles de variantes (polimorfismos) en sujetos sometidos a programas de entrenamiento, comparando los cambios en parámetros fisiológicos entre los diferentes genotipos (1).

En publicaciones anteriores vimos la utilidad de la investigación genética para prevenir y tratar enfermedades: hablamos de nutrigenética y nutrigenómica y obesidad.

Nuestro comportamiento y nuestros hábitos escriben una huella en nuestros genes, este es uno de los fundamentos de la evolución. Los hábitos saludables, tanto físicos y deportivos como alimentarios, parece ser que también son transmisibles a nuestras generaciones mediante el ADN.

Varios estudios han identificado polimorfismos que predisponen o protegen frente a las enfermedades, y algunos podrían servir también para identificar pacientes con una respuesta más eficaz a la rehabilitación mediante el ejercicio.

Muchos de estos genes codifican proteínas de la fisiología cardiovascular. Como era de esperar, algunos de estos genes/polimorfismos se han relacionado también con la adaptación al entrenamiento y la capacidad de alcanzar la condición de deportista de “élite” (1).

Esto además abre una nueva perspectiva y dilema ético importante: la genética y el dopaje. Un tema controvertido, complicado y difícil de detectar y controlar.

El deporte de élite asociado a estas nuevas prácticas como la ergogenia y que se orientan en busca de la superación “infinita” de la capacidad física, tiene su riesgo, no sólo asociado al potencial daño que se produce en respuesta al rigor del entrenamiento, si no aquel daño que demostradamente se produce una vez que se acaba el ciclo de competición (2).

Varios son los genes o polimorfismos que pueden ayudar a mejorar el rendimiento deportivo, influyendo en la prevención de hipertrofia cardiaca patológica, o en genes implicados en el metabolismo (1).

La visión pasiva o azarosa de algunas personas con “locus de control externo” como define Julio Basulto en su libro secretos de la gente sana (3), nos hace pensar que no somos responsables de las cosas que nos ocurren, y esto es falso. Debemos empezar a tomar responsabilidades con la alimentación y el ejercicio.

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La fruta y la verdura es imprescindible en un estilo de vida saludable

Recientemente se ha comprobado, y a pesar de que se tumbe el argumento de más de uno que pensaba que su obesidad es genética; que el ejercicio físico actúa más eficazmente contra la obesidad en personas que tienen el gen FTO (gen asociado a obesidad).

Por lo tanto, y una vez más, la clave está en los hábitos.

Nosotros decidimos qué hábitos queremos hacer nuestros, y cuales no. Nosotros decidimos qué adaptaciones y modificaciones queremos en nuestro cuerpo, y la herencia genética de nuestros hijos.

Referencias:

  1. Coto García E. Genética, actividad física y deporte para la salud. Arch Med Deporte. 2013;30(3):167–71.
  2. Luna E. P. El deporte y la ergogenia: una mirada desde la bioética. REV MED CLIN CONDES. 2012;23(3):349–54.
  3. Basulto J, Mateo M J. Secretos de la gente sana. Primera. Barcelona: Debolsillo; 2012. 235 p.

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