El mensaje y la comunicación científica

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Cada vez surgen mas dudas entre la población respecto al mensaje científico que se lanza.

El público percibe un mensaje distorsionado desde distintas sociedades o instituciones en su mayor parte científicas (pero también empresas, y aquí radica el problema), acerca del conocimiento científico, y especialmente los hábitos y las conductas saludables, tanto a nivel de prevención como de tratamiento de diferentes enfermedades.

El objetivo de este artículo, es señalar algunos consejos que nos pueden servir para saber diferenciar aquellas evidencies científicas de las que no lo son.

Ya hablamos hace tiempo de los medios de desinformación y de dónde no buscar información sobre alimentación y nutrición. En el que también citábamos un artículo habla de la evaluación y adaptación de guías basadas en la evidencia.

Para los que os interese la investigación y la metodología científica, o la nutrición simplemente, os recomiendo el post anterior.

Vamos ahora con algunos consejos que nos pueden ayudar a diferenciar la evidencia científica de la que no lo es.

Me gustaría comenzar diciendo, que la ciencia, que se rigue por un método claro y comúnmente aceptado, evoluciona constantemente. La información que hoy tenemos, puede quedar en un segundo plano en un fututo cercano.

Pero para tener en cuenta las conclusiones de las investigaciones, estas, deben utilizar correctamente el método científico. Y si no lo hacen, estos resultados no serán válidos ni aceptados por la comunidad científica, ni deberían ser aceptados por la sociedad.

Por lo tanto, si yo quiero demostrar que X producto, funciona para la pérdida de peso (y tengo que demostrarlo si quiero decir que funciona), tengo que diseñar un estudio aleatorizado a doble ciego, con un grupo control al que le administramos una pastilla con agua (placebo) y otra con el producto X.

Pero ni ellos ni los investigadores saben qué sujeto toma cada producto (por eso se llaman doble ciego).

No obstante, un solo estudio, aunque esté perfectamente diseñado, y realizado, no demuestra gran cosa. Aunque la muestra hubiera sido representativa, con 10.000 sujetos en cada grupo (algo caro y extraño de ver en estos estudios), las conclusiones tendrían que tratarse con cautela (como siempre) y tener en cuenta el resto de información científica publicada.

Al ser un producto nuevo, que no tienen otras publicaciones, debemos ser más prudentes si cabe. Y en todo caso afirmaríamos que el producto X parece aumentar la pérdida de peso en la población estudiada, durante el tiempo estudiado.

Entonces, cuando vemos afirmaciones rotundas y contundentes que sostienen que tal fármaco, o tal alimento cura determinada enfermedad. Hay que ser crítico con la información y procurar acudir a la fuente, al artículo o al documento original y comprobar si de verdad dice eso, y si lo hace con fundamento, o no.

Si al preguntar a nuestro interlocutor (que suele ser un vecino), la respuesta es no lo sé, eso he oído, o lo dicen por ahí. Tenemos motivos para dudar de la afirmación de manera directamente proporcional a las dudas que estemos creando en la persona que nos intenta explicar los resultados.

Alguien que sostiene frases tan importantes para la salud de las personas, que muchas veces están en situaciones complicadas no merecen que les creen falsas esperanzas, o los engañen con fármacos fraudulentos como la homeopatía, Danacol, u otro crece-pelo.

Pero entonces ¿por qué las políticas nacionales son tan laxas con las empresas que lanzan grandísimas campañas publicitarias con tan escaso rigor científico?

¿Por qué se han lanzado afirmaciones basadas en hipótesis con tanta ligereza?

¿Puede esto hacer que la gente descofíe en la ciencia?

Tan importante es realizar bien la investigación como saber transmitirla, y lamentablemente, la industria y los lobbies a día de hoy tienen más poder de difusión que la comunidad científica.

Por esto, es más necesario que nunca aprender cómo funciona la ciencia, para saber discernir aquella información veraz, de la que no lo es. Y saber diferenciar a los cantamañanas que venden humo, de los científicos honestos.

 

 

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