A sweet risk: un peligro dulce

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¿Conocemos las consecuencias del consumo de azúcar? ¿Somos realmente adictos a este alimento e ingrediente que tanto le gusta a la industria alimentaria?

El tema parece estar de moda, y recientemente han surgido grandes artículos como el de gominolas de petroleo, que explica con detalle desde la producción del azúcar y sus diferentes tipos, hasta la implicación para la salud humana y las consecuencias en la nutrición comunitaria, que son las que me interesan hoy.

Os recomiendo la lectura. En ella explica como de los casi 30 kg de azúcar que consumimos de media cada español, apenas el 24% es el que añadimos conscientemente al café u otro tipo de alimentos.

El resto, forma parte de los alimentos que ingerimos. La mayoría se añade a productos procesados que buscan agradar al consumidor con un sabor dulce y palatable (aunque tiene otros fines también); pero el azúcar no solamente se encuentra en la bollería y las bebidas energéticas y/o azucaradas.

Os invito a echarle un ojo a las etiquetas de los alimentos y hacer la cuenta del azúcar que tomáis a lo largo del día.

Solamente el 24% del azúcar que consumimos es añadido voluntariamente, el resto forma parte de los alimentos.

Implicaciones para la salud

En más del 80% de las revisiones sobre azúcar y salud, aparecen indicios de una correlación del consumo de azúcar y determinadas enfermedades:

Sin embargo, nuestro gobierno no implementa políticas efectivas (que sabemos que funcionan) para disminuir el consumo de estos alimentos, cuyo abuso, provoca consecuencias tan graves en la salud de sus ciudadanos; además de empeorar la calidad del sistema sanitario, ya bastante deteriorado por falta de presupuesto, personal, y no contar con profesionales como los dietistas-nutricionistas.

Ni siquiera, una regulación de la publicidad de estos grupos de alimentos con alto contenido en azúcar o azúcares libres, que además dirigen sus campañas hacia los sectores más vulnerables, como son los niños y los adolescentes.

Pero claro, esto no interesaría a las grandes compañías azucareras, ni a los lobbies alimentarios, es mucho más rentable envenenar a la población; y están dispuestos a comprar a unos cuantos autores o «científicos» que respalden mentiras tan dulces como las que aparecen en el libro blanco del azúcar.

Por fortuna todavía queda un gran sector crítico que vela por la salud de la población, y que no tiene conflicto de intereses de ningún tipo, y simplemente se dedica a desarrollar su labor profesional de la mejor manera posible. Y si puede ser, sin tener que desmentir constantemente mitos absurdos, o la hipótesis infundada de turno.

Espero que esta lectura sirva para mejorar los hábitos alimentarios de los que todavía consuman cantidades significativas de estos monosacáridos y disacáridos denominados azúcares.

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